«El hombre es un ser social por naturaleza» Aristóteles (384-322, a. de C.). Nacemos con esa característica y esa necesidad social, no solo para desarrollarnos, sino también para “sobrevivir”.
En tiempos de pandemia algunos hemos tenido la suerte de mantener vivo nuestro ecosistema familiar. Como para muchos, para mí, con cuatro hijos adolescentes, ha sido un reto maravilloso y estimulante.
A nivel profesional, hemos aprendido a estar todo el día “conectados virtualmente”, apenas sin descanso…; y sin embargo no sólo nos ha fatigado, sino que no hemos logrado “encontrarnos”. Por ejemplo, si teletrabajamos, es habitual que si un responsable de equipo llama a un colaborador, sea para “pedir algo” en concreto y no con un objetivo de “conectar”, algo que en presencial es más fácil y natural que ocurra, algo que es más importante de lo que parece.
Es complicado movilizar el negocio o establecer cambios en la organización sin dedicar tiempo y recursos a la transformación de la cultura.
Ahora que algunos volvemos a la oficina, en muchas ocasiones hacemos lo mismo que hacíamos cuando teletrabajábamos: “pegado al ordenador” (tareas, e-mails, reunión por teams…), ¿Crees que sería positivo dar un sentido a la “estancia” en algo más allá de la ejecución de una “tarea”? es decir, ¿qué me aporta ir a la oficina vs teletrabajar?
Es momento de reconectar, de aprovechar este experimento social que hemos vivido para capitalizarlo en nuevas fórmulas de trabajo y de relación en la empresa (y no digo trabajar en “agile”), generando una red de conversaciones enriquecedoras, por supuesto no haciendo una «fiesta» constante. Es necesario ser empáticos con situaciones difíciles que hayan podido afectar en este tiempo atrás a compañeros, colaboradores. Tal vez no es necesario un “encuentro” diario con todas las personas constantemente, pero al menos ser conscientes de la importancia de reconectar y potenciar el espíritu de pertenencia. Un buen comienzo puede ser por ejemplo reunir al equipo a final de año diferente, para vivir alguna experiencia juntos e incluso que la decisión del qué y cómo sea tomada por el equipo, sin control ni supervisión por parte del mando.
Una empresa es una red de conversaciones (R. Echevarría), en este sentido: ¿Qué tipo de conversaciones fomentamos? ¿sólo las programadas o también las espontáneas?
Y volver a la oficina nos permite aunar las posibilidades que nos ofrece todo lo digital con el potencial de tener a las personas cerca.
Caso real: estando reunido con el dueño de la empresa, me sorprendo cuando mi “jefe” se molesta porque a través del cristal observa a un par de grupos hablando y riendo informalmente. La queja se centra en la “pérdida de tiempo”, buscando mi aprobación (que, por cierto, no encontró). Hay que desmitificar la creencia de que conversar no es trabajar para avanzar en nuevos estilos de relación y liderazgo.
La cultura del encuentro es necesaria para reconectar con nuestra esencia de seres sociales, para construir confianza.
Todas las personas en una organización somos 100% responsables de la cultura. Los líderes que dirigen tienen además capacidad de ser «xponenciales» de esa cultura.
Algunas empresas lo tienen claro. Recientemente he tenido el placer de moderar una reunión con los primeros 120 directivos a nivel internacional de una multinacional. Uno de los ejes centrales del encuentro y de los mensajes que co-creamos para la ponencia ha sido la reconexión del equipo directivo, la necesidad de ser embajadores de esa reconexión en el resto de la organización, estableciendo nuevas miradas.
Todos somos protagonistas y responsables de crear una cultura que nos permita trabajar en un ambiente de confianza.