Hay más de siete mil millones de personas en el mundo y cada una con una huella dactilar diferente, con una visión del mundo distinta, a pesar de que la realidad es “una”. En línea con esta idea, ya hace más de 2.000 años, Pirrón de Elis indicaba que la realidad no era alcanzable.
¿TIENES PERSONAS (O HIJOS) A TU CARGO?
En un equipo de trabajo de 10 personas, hay 10 personas con realidades diferentes y es un reto para cualquier líder provocar un propósito común y a la vez lograr descubrir, reconocer y empoderar lo particular de cada uno, sin perder cultura de equipo.
Uno de los errores de los responsables de equipo, también de los padres, es tratar de que los colaboradores o hijos en su caso, actúen según el estilo del “jefe” o incluso trabajar “como se ha hecho siempre”. Para no alargar os pongo una anécdota ilustrativa al final de este post.
Tanto si un colaborador es junior o senior, es motivador que todos reconozcamos en el otro aquello que le hace diferente y también es un valor para el equipo permitir y fomentar la “crítica” como garante del aprendizaje. Cuando acallamos las críticas – aunque sea de forma imperceptible- acabarán apareciendo en forma de rumores en los cafés informales.
VALENTÍA PARA SER AUTÉNTICO
Cada vez pensamos menos y lo hacemos de forma menos crítica. En cambio, cada vez basamos más nuestras opiniones y decisiones en información “fake” o no contrastada y solemos seguir a la mayoría sin plantearnos por qué. En este contexto, necesitamos grandes dosis de valentía para opinar diferente; siendo precisamente esas diferencias las que nos hacen avanzar, las que demuestran nuestra “autenticidad” y nos hacen libres.
El mes pasado impartí una conferencia en una de las “Big Four”, público joven. En ella debatimos brevemente acerca de la foto de cabecera de este post y del sentido de la autenticidad. Esta foto ilustra uno de los cientos de homenajes a Maradona tras su muerte: un minuto de silencio al inicio de un partido de fútbol. En este caso, una niña valiente decidió sentarse de espaldas al público para demostrar que no estaba de acuerdo.
La autenticidad es una de las claves para ser influyente. Hablo de influir honestamente, a través de tu ser, del liderazgo que emanas, aunque también podríamos extrapolarlo a l@s «influencers» con miles de seguidores: ¿cuántas aportan valor y son originales?
Motivemos la autenticidad, integramos la diversidad en nuestros equipos, valoremos las formas de pensar diferentes a las nuestras. Ser auténtico es un arma increíble para influir, sin embargo los grandes conversadores no establecen conversaciones con intención de “ganar” al otro con su idea o argumento, sino de construir juntos.
En el ámbito empresarial suelo asesorar acerca de la comunicación excelente y por ejemplo, para hacer un discurso, si tienes intención de influir, no es tan importante la buena oratoria como la personalidad que impregnas en tu mensaje. En una Ted Talk a la que fui invitado como conferenciante, lo primero que me dijeron es: “el mensaje debe de ser único en el mundo y personal”, pensaba hacerlo así, sin embargo me gustó que me dieran esa premisa.
ANEXO: UNA HISTORIA REAL.
Esta anécdota me enseñó a comprender lo importante que es al liderar respetar lo auténtico de cada persona. En una ocasión, ocupando yo el puesto de “Director”, me acompañó a una reunión comercial importante Isabel (nombre ficticio), mi “jefa”. Se trataba de un cliente con quien ambos teníamos relación.
La reunión la preparé y dirigí yo al 100%. En el camino en coche de vuelta a la oficina, me dio feedback. Empezó con los típicos “positivos” (los había anotado) y, en la parte “mejorable”, fue dando vueltas a una serie de aspectos que estaban relacionados con mi estilo personal a la hora de abordar la sesión; yo no encontraba lo “negativo” de las evidencias. En resumen, mi jefa quería que hubiese enfocado la presentación con más argumentos racionales, con el “orden” lógico de una presentación, en lugar de como lo hice.
Se trataba de un proyecto de cambio y yo había decidido empezar con una foto totalmente ajena al mundo laboral, pero para mí representaba lo que estábamos hablando. Junto a la imagen escribí una frase, y posteriormente describí cómo sería la empresa con el proyecto ya implantado; es decir, hice un viaje con ellos al futuro (eran varias personas) y a partir de ahí fui al “proceso”, es decir, desgranar cómo lo haríamos. Isabel decía que así no se hacían las propuestas en esa empresa . Percibí “molestia” por haber realizado una presentación de forma diferente a como ella solía hacerlas y, siendo yo un directivo de su equipo, ella no quería que nos “desmarcáramos”.
Esta situación se repetía de vez en cuando, incluso cuando conseguíamos cerrar los acuerdos con clientes. Había una presión para hacer todos las cosas igual, a pesar de que cada uno de mis compañeros teníamos un estilo muy marcado.